«Sakurai y Amano son una extraña pareja que trabaja con un objetivo claro: encontrar a los pobres desafortunados que están a punto de morir antes de su hora y recuperar las piedras de su alma». La nostalgia es caprichosa, y la premisa de ‘Livingstone‘ (Milky Way Ediciones) trajo a la memoria un título que pasó con más pena que gloria por el mercado español, pero que en Japón sigue activo y en Estados Unidos goza de edición omnibus: ‘Kurosagi: Servicio de entrega de cadáveres‘. Entre uno y otro título no puede haber más distancia en fondo y forma, pero las ganas de reencontrarse con un manga que se toma a broma la muerte fueron suficientes para darle una oportunidad a la obra de Tomohiro Maekawa y Jinse Kataoka.

Livingstone

‘Livingstone’ transita los senderos de lo fantástico, pero como toda buena obra de género, en realidad habla de muchas otras cosas. Así que no hay ningún problema en comprar la premisa, por rara que suene: los seres humanos tienen un 90% de su destino decidido, es el «plan» de su alma; sin embargo, a veces hay imprevistos, y el alma de las víctimas de muertes prematuras, que adquiere la forma física de una piedra, contamina a las personas que viven o transitan por los lugares donde ocurrieron hechos trágicos. Por suerte, hay personas con habilidades sobrenaturales que se encargan de «limpiar» las zonas contaminadas, o que incluso van más allá y localizan a personas a punto de morir antes de su hora para evitar que dejen un rastro negativo.

Y ese es el trabajo de Sakurai y Amano. Uno, joven responsable, sensible y peripuesto. Otro, adolescente sin ningún tipo de empatía, ya que se trata de una especie de zombie cuya única razón de ser es ayudar a Sakurai en su cometido. Juntos deberán hacer frente a los más rocambolescos casos, algunos ciertamente humorísticos, otros más dramáticos, casi todos reflexivos.

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Se nota bastante que Tomohiro Maekawa, antes que guionista de cómics, ha sido dramaturgo. La diferencia de caracteres entre ambos protagonistas, y las situaciones a las que se enfrentan, le permiten a Maekawa lanzar interrogantes entorno a la amistad y la fragilidad de la vida. En los apenas cuatro tomos que ocupan ‘Livingstone’, la serie evoluciona y crece de forma muy rápida, pasando de capítulos anecdóticos a un emotivo y bien escrito arco final. Jinsei Kataoka refuerza con su dibujo el toque melancólico de la serie, con un trazo de líneas sin pulir ensombrecido por (quizás demasiadas) tramas.

‘Livingstone’ no es memorable, pero tiene su encanto. Es una historia ligera y amable, que aborda desde la fantasía, sin tapujos pero tampoco dramas, el consabido quiénes somos, de dónde venimos y, sobre todo, a dónde vamos.